En los bosques más remotos de la isla La Española, compartida por República Dominicana y Haití, vive un animal tan raro que, durante mucho tiempo, se pensó que ya no existía. Se trata del solenodonte, un mamífero insectívoro con características únicas que ha intrigado a científicos desde el siglo XIX. Este pequeño ser nocturno, parecido a una musaraña gigante, es uno de los pocos mamíferos venenosos conocidos en el mundo y una de las criaturas más antiguas del planeta.
Un hallazgo en San Petersburgo
La historia moderna del solenodonte comenzó en 1833, cuando un cráneo fue enviado desde el Caribe hasta la Academia de Ciencias en San Petersburgo, Rusia. El naturalista alemán Johann Friedrich Brand recibió el paquete sin saber que estaba frente a un descubrimiento importante. Observó que algunos dientes del cráneo estaban canalizados, algo típico de reptiles venenosos como las serpientes. Esta particularidad lo llevó a bautizar la especie como Solenodon paradoxus, es decir, «la paradoja de los dientes canalizados».
Variaciones y estudios posteriores
Décadas después, en 1861, otro naturalista alemán, Wilhelm Peters, descubrió una variante en Cuba, ligeramente diferente pero emparentada. La llamó Solenodon cubanus. Su estudio incluyó ilustraciones detalladas que, probablemente, fueron las primeras imágenes científicas del animal. Sin embargo, el conocimiento sobre este ser se mantuvo limitado durante muchos años. Incluso hoy, la información disponible es escasa y repetitiva.

Un experto dominicano entre la ciencia y la selva
En la mayoría de los artículos recientes sobre el solenodonte aparece un nombre recurrente: Nicolás Corona. Este guardaparques y director del Parque Nacional Sierra de Bahoruco ha dedicado gran parte de su vida al estudio de este animal. Gracias a su experiencia y pasión, se ha convertido en la figura clave en los esfuerzos de conservación del solenodonte en República Dominicana.
Según Corona, el solenodonte ha sido malinterpretado durante décadas. Su comportamiento tímido y hábitos nocturnos lo hacen extremadamente difícil de encontrar, lo que ha llevado a muchos a pensar que está desapareciendo. Sin embargo, él sostiene que la especie sigue presente en diversas zonas del sur del país.
Expediciones para encontrarlo
Con la colaboración del Ministerio de Medio Ambiente, encabezado en ese momento por Orlando Jorge Mera, se organizaron expediciones al Parque Nacional Sierra de Bahoruco, una de las áreas con mayor biodiversidad de República Dominicana. Allí, el equipo de investigación exploró zonas boscosas durante varias noches, buscando rastros del solenodonte.
El animal sale únicamente en la oscuridad, y tiene la capacidad de detectar obstáculos y presas usando ecolocalización, una técnica parecida a la de los murciélagos. Esta habilidad lo ayuda a moverse sin ser detectado. En los primeros intentos, los investigadores no lograron encontrar ejemplares. Se sospecha que la luna llena pudo haberlo mantenido escondido.
Finalmente, un encuentro
Varios días después, en una noche sin luna, el equipo logró observar y capturar brevemente un solenodonte vivo. El ejemplar fue manipulado con mucho cuidado, ya que el animal posee glándulas de veneno, y aunque su toxina no representa un gran riesgo para los humanos, sí puede afectar a otras especies pequeñas. Se alimenta principalmente de insectos, arañas y lombrices, que busca escarbando con sus patas y detecta con su hocico especializado.
El solenodonte capturado fue identificado como adulto, posiblemente con tres años de edad. Los expertos explicaron que a partir de los cinco años, algunos ejemplares comienzan a presentar una mancha blanca en el cuello. Esta señal puede ser útil para estimar su edad en la naturaleza.

Redefiniendo su estado de conservación
Durante muchos años, el solenodonte fue clasificado como especie en peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin embargo, tras varios estudios liderados por expertos dominicanos y organizaciones como la BBC y la Fundación Durrell, se demostró que la población del animal estaba creciendo. En 2020, la UICN actualizó su estado a “menos preocupante”, lo que representa un logro importante en la conservación de especies endémicas.
Un legado interrumpido
Lamentablemente, el entonces ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, no pudo participar directamente en la expedición final debido a su agenda. Su compromiso con la protección de la fauna y flora dominicanas fue reconocido ampliamente. Fue uno de los impulsores clave para incluir al solenodonte en los programas de protección nacional, asegurando que este tesoro biológico recibiera la atención que merece.
¿Qué hace al solenodonte tan especial?
El solenodonte es considerado un fósil viviente. Su linaje se remonta a más de 70 millones de años, mucho antes de que los dinosaurios desaparecieran. Aunque el impacto del asteroide que marcó el fin de la era mesozoica ocurrió relativamente cerca del Caribe, esta criatura logró sobrevivir, probablemente escondida bajo tierra. Esta capacidad de refugiarse podría ser la clave de su resistencia a eventos extremos.
Hoy, se reconocen al menos tres tipos de solenodonte: dos en La Española y uno en Cuba. Se distinguen por variaciones en su coloración y estructura ósea. El de Cuba, por ejemplo, es más oscuro, con pelaje largo y un cuello blanco, mientras que los de República Dominicana son marrones y tienen una articulación especial que les da una gran movilidad.

Una historia de esperanza
La historia del solenodonte no solo es un relato fascinante sobre un animal singular, sino también una muestra de cómo la dedicación, la ciencia y el compromiso pueden cambiar el destino de una especie. En un momento en que muchas formas de vida enfrentan desafíos para su supervivencia, el caso del solenodonte demuestra que aún hay espacio para las buenas noticias.
La República Dominicana no solo es hogar de playas paradisíacas y cultura vibrante, también lo es de criaturas únicas que merecen ser conocidas y protegidas. Descubrir al solenodonte es redescubrir un pasado lejano, y a la vez, construir un futuro más consciente con nuestro entorno natural.

