Desde el sector Vietnam, en el municipio de Jaina, provincia de San Cristóbal, llega el testimonio de Braulio Leonel, un hombre trabajador que asegura vivir bajo constante presión por parte de sus propios hermanos. La situación gira en torno a una vivienda heredada tras el fallecimiento de su madre, propiedad que, según explica, ha estado utilizando parcialmente desde hace más de 15 años.
Leonel afirma que su única presencia en la casa es para preparar jugos por la mañana y asearse por la noche, ya que reside con su esposa en otro lugar. Sin embargo, la convivencia y los derechos sobre el inmueble han generado una fuerte división entre los miembros de la familia materna.
Una herencia compartida y muchas tensiones
La familia está compuesta por seis hermanos por parte de madre y dos por parte de ambos padres. Braulio forma parte de ambos grupos y sostiene que los mayores conflictos vienen de los cuatro hermanos por parte de madre. Él asegura no haber recibido el mismo trato que los demás, y denuncia que mientras algunos familiares han realizado construcciones e instalaciones en la propiedad, a él se le impide realizar cualquier mejora o ampliación.
Uno de los puntos más delicados de la situación fue la instalación de una cámara de vigilancia frente a la propiedad sin su consentimiento, lo que él interpreta como un acto de hostigamiento. También asegura que ha recibido notificaciones legales que le impiden realizar arreglos en su parte de la vivienda, mientras otros hermanos sí han podido modificar y ocupar libremente otras secciones del terreno.
Dimensiones del terreno y distribución desigual
El terreno heredado cuenta, según sus estimaciones, con aproximadamente 200 metros cuadrados. Está compuesto por dos casas, una de las cuales fue construida por uno de sus hermanos, a quien se le asignó la parte trasera del solar. Braulio, por su parte, utiliza una habitación en la parte frontal para sus actividades laborales.
“Yo no tengo amor al dinero”, asegura, “pero sí me duele que se me trate como si no tuviera derecho, cuando soy tan hijo como ellos”. Él afirma que su intención no es quedarse con toda la propiedad ni obtener beneficios económicos, sino tener la libertad de construir una segunda planta para que sus hijas puedan visitarlo y descansar con comodidad cuando lo acompañen.
¿Dónde están los títulos de propiedad?
Uno de los puntos más complejos es que, según Leonel, la propiedad no cuenta con un título legal a nombre de todos los herederos. Afirma que algunos de sus hermanos han realizado gestiones ante el Consejo Estatal del Azúcar (CEA) y el Catastro Nacional para registrar la propiedad únicamente a nombre de una de sus hermanas, sin consultar ni incluir al resto de la familia.
Braulio ha buscado asesoría legal y ya tiene una cita con un abogado especializado en bienes raíces para organizar su defensa y regularizar su participación como heredero. También ha solicitado documentos en el Catastro para verificar el estatus legal del terreno.
Un llamado a la conciliación familiar
Lo que más le duele, según afirma, no son los conflictos legales, sino las divisiones emocionales. “A mí no me afecta el vecino, me afecta el hermano que lleva mi misma sangre”, lamenta. Sostiene que ha intentado mantener la comunicación y que, en varias ocasiones, ha propuesto resolver el conflicto de forma amigable, sin necesidad de llegar a instancias judiciales.
Sin embargo, también reconoce que las emociones están muy cargadas y que, después de tantos desacuerdos, le resulta difícil establecer un diálogo directo con quienes considera responsables de su exclusión.
Alternativas legales y soluciones posibles
Expertos en derecho sucesoral recomiendan, en casos como este, establecer una partición justa del bien a través de una tasación legal. Esto permitiría a cada heredero recibir una parte equivalente del valor total de la propiedad. Si no es posible dividir físicamente el terreno, uno de los herederos puede comprar las partes de los demás, o vender la propiedad y repartir el monto correspondiente a cada uno.
Braulio no desea vender. Lo que solicita es simple: poder construir en su área sin ser bloqueado por sus propios familiares. “Si somos seis, repartimos en seis partes. Yo no me opongo a que los demás construyan, pero tampoco quiero que me nieguen ese mismo derecho”, insiste.
Reflexiones finales: una herencia que puede unir o dividir
El caso de Braulio Leonel no es único. En la República Dominicana, miles de familias enfrentan disputas por bienes heredados debido a la falta de títulos formales, acuerdos escritos o procesos legales claros. Estas situaciones no solo afectan la estabilidad patrimonial de los involucrados, sino que fracturan la armonía familiar.
Desde su testimonio, Braulio hace un llamado a sus hermanos y a todas las familias dominicanas a evitar que los bienes materiales destruyan los lazos de sangre. “Mi herencia para mis hijas no será una casa, será su educación y su formación. No quiero que vivan con este mismo dolor”, concluye.
Este caso refleja una realidad común pero poco visibilizada en muchas comunidades del país. Las herencias pueden convertirse en oportunidades para fortalecer el legado familiar, o en divisiones profundas si no se manejan con diálogo, empatía y apoyo legal. La invitación es clara: antes de entrar en disputas sin salida, es mejor buscar la conciliación.